Opinión: La ley del talión

Según andaba paseando hoy con “La Timba”, he observado cómo un paisano indignado, que es dueño de un palomar, se había alzado en armas. Iba como un basilisco mirando los tejados carabina en mano. Desde que ahorcaron a Sadam Husein he hecho firme propósito de no inmutarme ante estas ambientaciones propias del director de cine John Ford. Deberíamos asumir el revival del western como algo propio del siglo XXI de la misma manera que asumimos, absurdamente, que en el siglo XVIII estaba bien visto llevar pelucas blancas, y que las condesas tuvieran los orgasmos para dentro.
La cosa quedó allí. Timba y yo fuimos a un pinar a ver si espantábamos unos conejos, y vimos cómo el cielo se iba llenando con bandadas de aves migratorias que huían del frío de Europa del norte. Todo muy bucólico...
Ya en casa, mirando por la ventana he comprendido el enfado de aquel buen hombre cuando he visto volando a un palomo ladrón. El bicho en cuestión es parecido a una paloma común, pero con un buche prominente. Si está bien amaestrado, o tiene talento, sirve para robar las palomas al vecino. Es una técnica antiquísima y se hacen incluso competiciones internacionales. Su método es ir a los palomares y ligarse, a base de sensuales bailoteos, a una pobre incauta que le sigue, “celada de pasión”, a su nuevo hogar. Allí le espera el “nidito de amor” que el propietario de su novio le ha preparado con sumo entusiasmo: la cazuela.
Y no es una tontería que te roben una paloma. Pues algunas, las de raza, alcanzan precios altísimos entre los colombófilos. Más de 150 euros. Así que nada, estoy pensando en armarme hasta los dientes, pegarle dos tiros al palomo ladrón y ver si soy capaz de cobrar la recompensa.
Ya se sabe, la nueva ley del talión está en marcha en mi pueblo: ojo por ojo, pico por pico y pluma por pluma.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home